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jueves, 12 de septiembre de 2019
Saludos lectores, en el post de hoy quiero compartirles un texto de mi autoría, que ha sido el fruto de muchas observaciones y reflexiones sobre la crisis de Venezuela. Después de su lectura, concluiré con unos comentarios con respecto a esta producción.
Soliloquio del Sobreviviente
Somos los tormentos, ese es nuestro credo.
No matar. No robar. No codiciar los bienes ajenos. No
mentir. No odiar. No pecar. Estas prohibiciones son solo una porción de la
extensa lista que ha construido la ética, la moral y los principios. Las tres
entidades edificaron su castillo de reglas con tal de guiar a los pobres
mortales por el sentido de lo bueno y lo correcto; un objetivo noble en verdad.
Sin embargo, lo que nunca esperaron fue, que las personas que trataron de
orientar desde un principio, se corromperían por las conveniencias y los temores.
Pronto, lo que una vez fue conocido como “vivir” se desfiguró tomando el nombre
de “sobrevivir”, lo cual desenmascaró la otra cara de la realidad.
Pobres mortales, sus placeres y fantasías no fueron más
que el detonante para que su sociedad entrara en conflicto. Conflicto por el
cual se percataron que el mundo no era como lo imaginaban, que la naturaleza no
los consentirían dándoles lo que quisieran con tan solo pedirlo, y que para
cumplir sus deseos debían trabajar duro. De la ilusión de ese paraíso perdido
nacieron las influencias de las conveniencias y los temores, los progenitores
del Tormento del Sobreviviente.
Desde hace mucho tiempo, la supervivencia ha tomado
diferentes formas, adoptado distintos nombres y poseído el cuerpo de todos los
seres que respiran. He contemplado personas capaces de mentir para salvar sus
cuellos; capaces de lastimar a otros con tal de quedarse con el alimento;
capaces de matar para resolver sus problemas, y ninguno se ha visto arrepentido
en el acto. ¿Qué los motiva a cometer semejantes atrocidades? Simple. El
egoísmo. Todo sobreviviente es egoísta por naturaleza, su instinto de auto
conservación está por encima del resto, su única prioridad es obtener todo lo
necesario para seguir respirando, no importa quién sea o de dónde venga, tarde
o temprano su egoísmo quebrará sus cadenas.
Los animales son un vivo ejemplo de la supervivencia en
su estado más primigenio. Ellos no se dejan llevar por sentimentalismos o
morales, solo actúan siendo guiados por sus instintos sin nada que los frene.
Hay tanto que aprender de ellos, pero lamentándolo mucho, cada ser vivo debe
descubrir cómo sobrevivir a su manera. Dicho eso, podría opinar que la
supervivencia de los seres conscientes es oscura, mucho más oscura y cruel que
la de las bestias. ¿Por qué? Simple. Los valores se involucran en las
relaciones de las personas, tales como la confianza, la verdad y el respeto,
mientras más se alce la torre de los valores, más colosal será su caída. Quiero
decir, que no importa cuánto confíe alguien en otro, el egoísmo del
sobreviviente hará su movimiento, aún si implica traicionar a sus seres queridos
o a sus propios principios.
El sobreviviente no conoce el apego; los valores sí, por
lo tanto, los dos son enemigos mortales, debido a que los perjudica la
existencia del otro. Los valores junto a la moral, la ética y los principios,
han hecho sus esfuerzos desde hace siglos por encerrar los instintos de este
demonio, sin embargo, ha resultado imposible por un solo motivo: los vicios de
la gente. Las personas privadas de los placeres de la vida son las más
peligrosas, ya que una vez que se deleitan con una gota de dulce capricho en
medio del desierto, su codicia es desatada y se arraiga a lo más profundo de su
ser. Es por esa misma codicia que florecen los vicios, y poco a poco irán
creciendo hasta ser un bosque de depravaciones, exhibiendo árboles de robos,
césped de sangre, arbustos de cadáveres, frutos de miseria ajena y ríos de
mentiras.
Cabe agregar que gracias a los seres conscientes, la
supervivencia alcanzó un nuevo nivel de profundidad que yo sigo tratando de
comprender. Debo admitir que al pensar en el tema, no evito imaginar que
contemplo un abismo, y al fondo de este, veo a la tierra sufriendo una
constante metamorfosis. Antes veía las tierras del sobreviviente como una selva
o un laberinto, pero ahora, tengo siglos que observo un campo de batalla
plagado de plomo.
He ahí la diferencia entre dos clases de seres vivos: los
salvajes se mueven sigilosos en una jungla, mientras los conscientes chocan
entre ellos, preparando el momento para clavar el acero o disparar el plomo en
su oponente. Es como decía hace rato, cada ser vivo debe descubrir cómo
sobrevivir a su manera.
“Somos polvo y en polvo nos convertiremos”, ese fue un
dicho que oí una vez. Y tras contemplar el eterno movimiento de la espiral de
la mortalidad, no puedo negar cuánta razón hay en esas palabras. El ciclo de la
vida es tan perfecto que lo que una vez fue un cadáver, se transforma en una
planta en cientos de años. Observar tal maravilla en verdad demuestra lo insignificantes
que somos, y creo que el sobreviviente sabe de esa insignificancia, porque
siendo honestos, hay ocasiones en las que una vida es arrebatada por otra que
teme extinguirse, como si siguiera un curso natural. Eso explicaría mucho, je,
je…
En fin, sea como sea, la espiral mortal sigue en
movimiento, pero mucho más rápido que antes, gracias a un objeto que los seres
conscientes utilizan para matarse los unos a los otros, y el cual considero un
gran regalo para mí: el plomo.
¡Oh, mortal plomo, con tan solo mencionarte me siento más
seguro! Corriente metal para muchos, pero gran protector para otros. Eres tan
peligroso que los cuerpos vivos no soportan tu presencia, eres signo de muerte;
signo de silencio. Los sobrevivientes buscaron un arma que los salvara, y tú
viniste a intercederlos, por eso te estoy eternamente agradecido. ¡Sé nuestra
bala, sé nuestra vanguardia, sé nuestra victoria sobre las amenazas! Calla a
aquellos que se nos opongan, que prueben el eterno silencio. Devuelve a las
vidas insignificantes a las tierras de polvo, que la naturaleza las convertirá
en algo nuevo. Ven a mi mano, mi fiel guardián, conviérteme en la parca, y
juntos, cosecharemos los frutos de este tormento que es sobrevivir.
Somos los tormentos, ese es nuestro credo. Nacimos de las verdades del
mundo, colmadas de conveniencias… y temores…
Estos fueron los pensamientos de Keus Dei, el protagonista de mi proyecto literario.
Estos fueron los pensamientos de Keus Dei, el protagonista de mi proyecto literario.
El texto que acaban de leer es la introducción a una obra que me propuse a desarrollar en profundidad, la cual se centra en mostrar a los Tormentos que acechan a la humanidad. Son 10 en total, que serían los tormentos de: el sobreviviente, la verdad, la pérdida, la dependencia, la confianza, la restricción, el resentimiento, la desesperación, el miedo y la fe. Para cada uno de ellos tengo pensado hacer un soliloquio como el que acaban de ver, para así explicar en qué consisten todos.
Siendo sincero, jamás me imaginé escribiendo algo así, pero la crisis de mi país me ha llevado a descubrir cosas que quizás nunca me hubiese percatado en otro país con, ya saben, mejor calidad de vida.
En cuanto al soliloquio de esta ocasión, creo que quienes hayan vivido la crisis venezolana en carne propia se sentirán identificados o tendrán algún recuerdo relacionado a qué tan bajo puede llegar una persona por sus propios intereses.
Si se preguntan por qué le di a Keus esa fijación por el plomo, pues se debe a la influencia de una lectura que hice en la universidad sobre una de las teorías de Sigmund Freud, llamada "El motivo de la Elección del Cofre". Se las recomiendo.
Espero que el texto les haya servido de reflexión.
Cuidense de los males que nos acechan, porque estos yacen dentro de nosotros y no nos damos cuenta.
Hasta la próxima.
Andrés Pirela
12 de septiembre del 2019
Instagram: @rinconrelampagoazul
Facebook: Rincón del Relámpago Azul
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola Andrés. Debo decir como alguien que también vive en carne propia las peripecias de este pedazo de mundo que has logrado remover un poco de aquello que nos aqueja. Sin embargo, y para tratar de hacer una antítesis a Keus Dei, me parece que tal «moral» solo es una reprimenda para gobernarnos, más o menos como dice: «Los valores junto a la moral, la ética y los principios, han hecho sus esfuerzos desde hace siglos por encerrar los instintos de este demonio, sin embargo, ha resultado imposible por un solo motivo: los vicios de la gente. Las personas privadas de los placeres de la vida son las más peligrosas, ya que una vez que se deleitan con una gota de dulce capricho en medio del desierto, su codicia es desatada y se arraiga a lo más profundo de su ser». El problema está entonces, pues, en la definición de consciencia. Una persona consciente me parece capaz de no ceder a estos instintos por el mero hecho de que todo lo demás es para sí una necesidad secundaria, o incluso terciaria. Un ser consciente va más allá de los placeres y el derroche. Y no es que no disfrute, pero el verdadero helenismo es aquel que produce placer sin pasar por el sufrimiento. Si te tienes que partir el lomo para obtener placer, entonces no es placer, no lo fue ni lo será. Fue esto lo que nos quitaron. ¿Solución? Volver al inicio, aprender de nosotros mismos, elevar nuestros sentidos. Es como cuando un reloj de yodo te sale mal y tienes que repetirlo. Mientras existamos, mientras estemos parados aquí y haciendo dióxido de carbono y las plantas oxígeno, podemos hacer algo.
ResponderEliminarHola Miguel. Lamento mucho la tardanza, es ahora que el internet y la vida me dan permiso. En cuanto a tu respuesta, me alegra ver que se desglosó un poco más de las cosas que le sucede al ser humano. De verdad tocaste algo interesante al mencionar la consciencia, y me hiciste pensar que actualmente hay mucha gente que carece de eso. Pienso que tienes razón en cuanto a la solución que dices de "volver al inicio, aprender de nosotros mismos", sin embargo, creo que es algo que a la mayoría le cuesta: unos por testarudos, otros por orgullosos, incluso algunos por ignorancia sobre sus errores. Lamentablemente, he visto que para que la gente se rectifique, la vida primero tiene que pegarles duro para que bajen la cabeza.
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